sábado, 21 de octubre de 2017

Romansenil

La tarde noche del once de julio de 2010 se pintaba igual que todas las tardes de los onces de julios de los 21 años anteriores: lluviosa, fría y con viento. Dentro de mi casa se festejaba mi cumpleaños en familia, yo andaba medio triste por haber perdido un amor, el Nono Tony estaba inerte sin saber que estaría por reencontrar otro. El Nono estaba callado y parecía no participar mucho de la conversación de la familia, parecía que las palabras entraban por un oído y salían por el otro y miraba medio a la nada. Hasta que una palabra, un nombre, no pasó de un oído a otro sino que hizo cortocircuito en las neuronas y lo hizo ponerse en guardia. El nombre era Aurora. Aurora era la mamá de Stella, una amiga de mi vieja que estaba ahí. El Nono había comenzado a charlar con Stella casi con desinterés, como mero ejercicio social. Le empezó a preguntar quién era su mamá (porque en el pueblo siempre te preguntan hijo de quién sos, onda linaje medieval) y de dónde era, los datos que Stella arrojaba cuadraban muy bien, el nombre, el lugar y algunas cositas más. El Nono pasó de la indiferencia a una curiosidad casi inquisidora. Aurora había sido una novia del Nono en su juventud cuando él vivía en Rincón de Nogoyá y mis sospechas neurocientíficas me dicen que si bien habían pasado algo más de 65 años, para el Nono y su desvarío esa novia todavía era la niña bonita por cuya ventana él pasaba cada vez que tenía que hacer un mandado o ir a la escuela por más que hiciera el camino tres veces más largo (una de las formas primitivas de stalkear antes de que existiera Facebook).
Mi abuelo volvió a su casa con un pedazo de torta envuelto en servilletas y con una manija bárbara con Aurora, el tipo quería volver a verla. ¿Los sólidos 50 años de matrimonio con la Nona? Ah, eso es arena de otro costal. La Nona, acérrima esposa del Nono, admiradora secreta y pública del Nono,  sin cuestionar había portado el estandarte de la fidelidad marital por la mitad de un siglo. La mitad de un siglo, sí, ciudades enteras han caído, imperios y nuevas repúblicas se han formado en fracciones de tiempo como esa, o menores. La Nona todavía ni enterada del neutrón que se le había disparado al Nono después de escuchar el nombre Aurora. Esta historia tiene un detonante, y ese detonante es una caída.

La tía Graciela levantó el tubo del teléfono para escuchar que tenía que socorrer al Nono que se había caído en la calle por grano-de-arenésima vez. Salió a la calle y a las pocas cuadras estaba el Nono tratando de levantarse para seguir su tortuoso camino hacia la telecabina de la esquina. Lo que le llamaba la atención era que trataba de hacerlo con una sola mano porque la otra estaba cerrada con tenacidad vasca. La tía Graciela lo levantó e intentó averiguar pero no pudo saber qué era lo que estaba tan resguardado en el puño del Nono, así que decidió seguirlo. Cuando el Nono retomó marcha la tía Graciela esperó un poco, lo siguió de lejos y entró atrás de él en la telecabina. El Nono entró en la cabina vidriada numero tres, la tía se asomó detrás de él y finalmente pudo ver que del puño de su papá se liberaba un papelito con un nombre y un número. Sí, adivinaron el nombre.

La reincipiente historia de amor revolucionó a la familia entera. la tia Graciela salío a notificar y pedir ayuda a papá y al tío Claudio y formaron la comisión de la unidad. La bautizo así porque eran como una Liga de la Justicia pero el objetivo era disuadir al Tony de semejante locura y tratar de que la Nona no se entere. Ya el Nono, luego de la llamada telefónica furtiva, había dejado ver su intención de abandonar a su esposa de siempre para ir detras de la hermosa niña de aquel entonces en Rincón de Nogoyá al ordenarle a mi papá que "le avise a su madre que él se iba con Aurora" y asunto cerrado. El tridente defensivo de la unión familiar salió al ruedo a asesorarse legal y clínicamente con los profesionales de la ciudad. Al asesor legal la situación no le sorprendía, para él era muy común y tenía todas las características de un típico caso de viuda negra: una joven atractiva que le haría firmar un papel al Nono y quedarse con todas sus propiedades. Pero eso ya no los sorprendería, estaban preparados. El asesor clínico también dijo que eso era normal a esa edad, no había que preocuparse porque ni bien llegase a destino el Nono iba a ser devuelto por la familia de Aurora a la brevedad y que bastaba con un disparo directo de Risperidona al lóbulo frontal del enamorado para que todo vuelva a la normalidad. La tia Graciela tomó nota de la Risperidona para uso personal, solo por las dudas. Mientras tanto, el Nono ya le había encargado a la Nona lustrar sus zapatos porque tenía que salir.

La Nona que ya venía sospechando algo, se sentó en la galería a lustrar los zapatos de su marido mientras dejaba caer alguna que otra lágrima en la lata de betún. Solo la víbora de la tapa de la lata y mi papá fueron testigos de la triste escena. 

El Tony se calzó sus zapatos lustrados y se dispuso a ir al encuentro programado previamente por teléfono con Aurora. Mientras iba saliendo, la Nona quiso confirmar sus sospechas preguntándole a dónde iba, a lo que el Nono responde—: Me voy a ver a mi guaina (sust. f.  para definir a una chica en quechua). Todo este empeño amoroso, esta arremetida juvenil, se trunca repentinamente: el Nono se cae nuevamente por décimo enésima vez en la vereda de la casa. Vuelva pa´dentro, Tony. La Nona propuso algo que hasta el día de hoy no se sabe si fue absoluta sumisión o la evidencia de una mente con una apertura digna del siglo veinticinco: si el Tony sale se va a caer, entonces que venga Aurora a casa del Tony. El tío, la tía y papá vuelven al ruedo para decidir qué hacer con el adultescente fuera de control que quería escapar de su casa a toda costa. La decisión unánime fue reprogramar la cita para otro día y para evitar caídas, lo llevaría papá.

Los días previos a la cita fueron verdaderamente tensos entre ambas familias, hubo cruce de llamadas en las que se la alcanzó a llamar 'puta' a la supuesta rompehogares, a la cual ninguno de nosotros todavía habia conocido en persona. Si hubiéramos sabido...

El día de la cita llegó, el Taunus celeste de papá se estacionó frente a la placita Libertad. Los dos hombres miraban a la nada en un silencio denso que era perforado por el crepitar de las gotas de la copiosa lluvia en el techo vinílico del auto. El Nono era como Meryl Streep en "Los Puentes de Madison", era el momento decisivo: si se bajaba del auto se tendría que quedar. Por lo menos así se lo había planteado papá desde el asiento del conductor. La intención era la de amedrentarlo, pero fue un intento fallido, el Tony abrió la puerta y bastón en mano marchó a la puerta de la casa de Aurora.

La mujer que abrió la puerta no era la guaina bonita que el Nono había conocido en aquel entonces: mi abuelo se encontró ante una mujer atacada por el reuma y sosteniendo muchos años de vida en un andador a duras penas. El Nono no solo perdió la ilusión sino también el filtro. No tuvo ningún pelo en la lengua para decirle que estaba bastante vieja, a lo que la vieja Aurora respondió sin mucho reparo entre risas—: ¿Y usted en su casa no tiene espejos, Tony? No hace falta aclarar que la visita fue breve. El Nono después de una conversación trivial como para no dejar ver que había ido hasta ahí en vano, encaró hacia la puerta en franca retirada. Cuando salió, papá todavía lo estaba esperando. Los pasos eran cortos, incluídos los del baston, pero el ritmo era apurado; el plan de escape de mi abuelo era notable. Subió al Taunus celeste acomodándose un poco y escurriéndose el agua lo miró a mi papa medio desencajado y le dijo—: Está hecha bolsa, me quedo con la Tita nomás ¡vámonos ya!

 En su casa estaba la Nona Tita esperándolo, con una fidelidad tan inoxidable como la pava de agua caliente que estaba lista para los mates con azúcar. A mi me gusta fantasear que la Tita también habia estado stalkeando a Aurora y estaba muy segura del resultado y dejó ir a su marido para esperarlo después. A la vuelta fue como si nada hubiera pasado, tenía la tranquilidad de quien apuesta al auto más rapido en una carrera de caballos. Ella murió hace poco, con la preocupación, póstuma quizás, de que su marido se vuelva a caer y ella no esté. El Nono quedó mirando la tele. De vez en cuando habla, aunque no pregunta por la Nona ni mucho menos por Aurora. Las patologías neuronales muy pocas veces dan lugar a románticas historias como "El hijo de la novia" o "Diario de una pasión", sino más bien a episodios tragicómicos como este, el Romansenil.

8 comentarios:

  1. no pude evitar emocionarme!!! y eso que ya la había leido! sos bueno Facu!! créetela!! abrazoo de la vecina!!

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  2. Muy Bueno Facundo !!!
    Me alegro de corazón por este proyecto de las que hablamos algunas veces.
    Impecable como siempre.
    Felicitaciones

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  3. Jajajaja que buena historia!.. Empanaditas

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  4. Hermoso relato! Imposible no emocionarse.

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  5. jaja pensar que yo fui el chofer!!

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  6. "Tigre" ahora no solo me has hecho reir sino tambien llorar...la ultima parte todavia esta muy fresca en esta casa. Lo redondeaste muy muy bien!

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  7. Facundo excelente, estoy muy emocionada y al leer tu relato me transporte a tantas charlas y anécdotas de Don Tony... mi emoción es por lo maravilloso de lo que contás y también por el recuerdo de una niñez hermosa que tuve en Victoria.
    Felicitaciones!

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  8. Arte Facu, ya te lo dije, sos un verdadero arista. Felicitaciones.

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